Conversación del observador político alemán, jefe del departamento de geopolítica del “Berliner Zeitung”, Thomas Fasbender, y el famoso politólogo uzbeko Kudratilla Rafikov.

– Señor Rafikov, hace mucho tiempo surgió en mí el deseo de escribir sobre Uzbekistán y comprender mejor los procesos que se desarrollan en este país. Este país, ubicado en el centro de Eurasia, puede considerarse legítimamente no solo el centro geopolítico, sino también de civilización del continente.

En mi opinión, dos grandes épocas que surgieron en esta tierra en el pasado lejano, la época del Renacimiento Islámico y el Renacimiento Timurida, introdujeron algo increíblemente importante en la cultura y la ciencia mundial, no solo para los pueblos de Oriente o el mundo islámico, sino también para toda la historia de la Humanidad. Sin embargo, la tierra, que fue cuna de poderosos imperios y civilizaciones, permaneció durante varios siglos presa de agitaciones sociales y políticas y sufrió el peso grave del colonialismo.

Pero mi pregunta no se refiere al pasado lejano. Me gustaría hablar sobre la actualidad en su país, sobre cómo el Estado y la sociedad afrontaron las dificultades de la recuperación después de la obtención de la Independencia. En particular, me interesa saber por qué la conciencia de la elite política, y de hecho de la sociedad en su conjunto, seguía dominada por un estancamiento peligroso, tal vez incluso más profundo que en el período soviético.

¿Por qué sucedió esto? ¿Por qué, incluso después de obtener soberanía, el país se mantuvo fiel a los viejos principios ideológicos durante casi un cuarto de siglo, hasta hoy, cuando estamos teniendo esta conversación? Hasta donde tengo entendido, la sociedad y la élite política todavía enfrentan dificultades para comprender conceptualmente y renovar su propia identidad. ¿Con qué está conectado esto? ¿Cómo se desarrollaron los sentimientos de independencia, identidad nacional y relación entre el pueblo y el Estado después del llamado “amanecer de la libertad”?

Una cuestión más: ¿por qué, más de un cuarto de siglo después de obtener la Independencia, se añade la característica “Nuevo” al nombre del Estado de Uzbekistán? ¿Qué causó esta necesidad?

– No es fácil dar una respuesta definitiva a esta pregunta. Se trata de un discurso complejo que sigue siendo uno de los más agudos, controvertidos y debatidos en los círculos científicos: el tema de las metrópolis y las colonias.

Aunque parezca desagradable, lo cierto es que la enorme región, situada en la confluencia del Oeste y el Este, del Norte y del Sur, fue durante muchos años percibida como una “periferia” (desafortunadamente, algunos todavía lo piensan). ¿Pero merece esta descripción? Por supuesto, este es el otro tema.

No rehuyamos su pregunta. No recuerdo exactamente, alguien dijo: “La historia de la humanidad es la historia de las guerras”. Esta frase me impresiona no sólo por su precisión, sino también por su poesía significativa. De ello se desprende un pensamiento obvio: dado que las guerras y las conquistas son parte de la historia, siempre habrá dominantes y oprimidos...

Como mencioné, muchos estudiosos han tratado de darle sentido a esta parte de la historia. Entre ellos se encuentra el fundador y teórico de los estudios poscoloniales, profesor de la Universidad de Columbia, el científico estadounidense de origen palestino (árabe cristiano) Edward Wadi Said. En su obra más famosa, Orientalismo, cita en “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte” de Marx: “No pueden expresarse; otros deben presentarlos”.

Según las exigencias del orientalismo, Oriente no puede hablar por sí mismo, no puede representarse ni mostrarse. Necesita que otros hablen de él, que lo representen, es decir, que ayuden a la ciencia occidental... “El orientalismo era una ciencia encaminada a repensar Oriente y presentárselo a Europa. Este proceso puede verse como una especie de instrumento para la absorción y apropiación del Este por parte de la Europa dominante. En este caso, Oriente no se ha convertido en un interlocutor de Occidente, sino en un “otro” silencioso que está cerca”, explica Said.

Hablando más ampliamente de los períodos colonial y poscolonial, la investigación en esta área ayuda a comprender nuestra historia social y política, así como el estado actual de la sociedad. A pesar de que nuestra región, ubicada en el centro de Eurasia, no está en el epicentro del tema, como, por ejemplo, el Oriente árabe, sobre el que escribe Said, resultó estar “orientalizada” en gran medida. Esto está relacionado con lo que durante muchos siglos la mitad de nuestra tierra perdió su independencia por dos veces. Además, otros hablaron por nosotros, nos presentaron al mundo, y durante mucho tiempo seguimos siendo el “mudo para los otros” frente a las fuerzas dominantes.

Ahora a su primera pregunta: ¿por qué los sucedió esto?

Las causas de esto se pueden dividirse en objetivas y subjetivas. Quizás por eso muchos investigadores sostienen que el proceso de construcción de un Estado nacional y una nación en nuestra región, en particular en Uzbekistán, aún está en curso. Podemos estar parcialmente de acuerdo con esta opinión.

Formalmente, la nación política uzbeka, creada en la primera mitad del siglo pasado, se presentó al mundo como una nación con historia, cultura, lengua y otros códigos de identificación. Sin embargo, esta nación nunca pudo superar las fronteras coloniales. La ideología soviética buscó subordinar todos los signos de identidad nacional en las repúblicas al concepto general “soviético”. El concepto de “hombre soviético”, que alcanzó su apogeo en los años 70 y 80, profundizó la inclusión de las sociedades nacionales de Asia Central en el cosmopolitismo soviético.

Como bien ha señalado, incluso casi 25 años después de la obtención de la Independencia, no hemos podido escapar a la influencia de este concepto. ¿Por qué? Porque la “reconstrucción”, que comenzó al final del período soviético, así como los cambios sociopolíticos de la década de 1990, fueron percibidos por el Estado como una amenaza seria. Cuando el entorno social presionó por un replanteamiento de la identidad política y étnica, el Estado suprimió cualquier manifestación de humor nacional, religioso y político. Se ha convertido en el único “jugador” duro en la esfera socioideológica, como en la época soviética, pero sin ideología.

La ideología comunista, que fue abandonada a principios de la década de 1990, fue reemplazada por el miedo a nuevas ideas y pensamientos. En la sociedad se ha formado un concepto único, incluso más conservador que el soviético: una visión cautelosa e incluso temerosa de la religión, la identidad nacional y la historia. Su forma más cruda se manifestó en la persistente negación de la conexión de la sociedad con la herencia turca e islámica.

En un país donde casi el 90 por ciento de la población es de etnia uzbeka y musulmana, la identidad ha comenzado a reflejarse en la imagen de un ciudadano que implementa ideas abstractas, por ejemplo: “Uzbekistán es un Estado con un gran futuro”. Sin embargo, estas ideas no pudieron arraigar en la sociedad debido a su utopismo, como los ideales comunistas, y su fracaso tanto desde el punto de vista étnico como ideológico.

Este peculiar camino conservador de construir un Estado y una sociedad nacionales después de la obtención de la Independencia condujo no sólo al aislamiento político interno, sino también a la alienación de los vecinos, así como al proteccionismo económico y social, que nos aisló físicamente y, en cierto sentido, nos debilitó. La política aplicada hacia los vecinos han ralentizado el proceso de fundación de un Estado y una sociedad nacionales. En condiciones, en las que la vida de la región estaba cambiando, la negativa a actualizarse mostró la inclinación del Estado hacia el legado de la ideología colonial.

Durante los primeros 25 años de la Independencia, las cuestiones de la construcción del Estado y de la sociedad nacionales no recibieron la debida atención. Por eso muchos analistas, al evaluar el período de transición que terminó en 2016, llegaron a la conclusión: “Mirziyoyev heredó una política y economía muy complicadas”. Esta opinión es bastante justa.

Lo más triste, como usted ha dicho, es que el punto geopolítico más importante de Eurasia, el país más grande e influyente de la región, ha quedado hasta cierto punto aislado del mundo. La tendencia ortodoxa que mantuvo a Uzbekistán dentro del concepto soviético de Estado y sociedad nacionales influyó no sólo en la situación interna, sino también en la interacción regional. Esta tendencia en la región inspiró el nacionalismo étnico, que contribuyó a la alienación de las nuevas repúblicas entre sí.

– Entonces, ¿quiere decir que después de obtener la Independencia, los Estados de la región comenzaron no a acercarse, sino, por el contrario, a alejarse unos de otros? 

– Se puede decir así. Los pueblos de la única región Turkestán en la historia, después de obtener la libertad tuvieron que enfrentar numerosos malentendidos. En algunos casos, los agravios y el descontento escalaron hasta convertirse en conflictos sangrientos. Estas tensiones surgieron de disputas sobre fronteras, agua y superioridad étnica. Sin embargo, lo más difícil fue la actitud politizada hacia lo que los Estados comenzaron a considerar parte de su ideología nacional. La historia y el Patrimonio Cultural de la región han sido monopolizados. De alguna manera se observó irónicamente que la historia y el Patrimonio Cultural de la región se han convertido en un lenguaje de odio mutuo.

Lamentablemente, hoy en los cinco Estados de la región se enseñan en las escuelas versiones de la historia completamente diferentes y a veces contradictorias, aunque su pasado fuera el mismo. Durante mucho tiempo, los procesos de formación de un Estado y una sociedad nacionales en la región se desarrollaron según el método soviético: mediante la negación, la oposición y la confrontación.

Sin embargo, me he desviado un poco del tema. Discutimos temas de identidad, ideología y pensamiento nacional. En mi opinión, la base de la identidad es la lengua, la cultura, la historia y la memoria histórica. Claro que la religión también tiene un papel importante. Si consideramos la situación en su conjunto, el vacío ideológico es peligroso y para la sociedad, y para el Estado. En los primeros años de la Independencia, comenzaron a aparecer elementos de individualismo en Uzbekistán. La relación entre el Estado y la sociedad se ha debilitado: garantizar la vida y el bienestar ha recaído en gran medida sobre los hombros del propio individuo.

Durante este período, el concepto soviético de igualdad desapareció y el nivel de vida empezó a depender de las capacidades de cada individuo. Se ha prestado mayor atención a las tradiciones, el idioma, la identidad, la historia y los valores nacionales. Todo esto en sí mismo se ha convertido en una especie de ideología, una ideología que la propia sociedad ha creado para sí misma.

Lamentablemente, este impulso social, ya que sea liberalismo económico, individualismo o tradicionalismo, no fue aceptado, procesado, tampoco apoyado. Al contrario, fue rechazado. Como ya he dicho, la élite política de esa época tenía miedo de estos procesos.

En los primeros años de la Independencia, el Estado, desconfiado de una sociedad que buscaba su identidad, en realidad obstaculizó este proceso. La identidad nacional, la apelación a la historia y las tradiciones se percibieron como una amenaza potencial. En cambio, se puso énfasis en conceptos humanistas soviéticos como “amistad de los pueblos”, “internacionalismo” y “pueblos multinacionales”, que en realidad dependían del sistema antiguo.

Esta política fue un paso consciente y lógico. El Estado intentó proteger a una sociedad que se buscaba a sí misma entre las ruinas de una ideología colapsada de un regreso a los orígenes históricos, incluidos los valores familiares y la etnicidad, que eran percibidos como la amenaza del “nacionalismo radical”. Lamentablemente, este miedo se ha convertido no sólo en un elemento permanente de la política estatal, sino también en su rasgo distintivo.

Una idea extraña empezó a arraigar en la sociedad: negamos la ideología comunista, pero al mismo tiempo no consideramos importante recurrir a la etnogénesis, la cultura y los valores que puedan decirnos quiénes somos. No somos completamente conservadores, pero tampoco somos liberales. Existimos, somos independientes. Tenemos un escudo, una bandera y otros símbolos del Estado...

¿Es posible imaginar una simbiosis tan contradictoria en la sociedad? La dicotomía resultante fue extremadamente difícil de entender. ¿Estamos luchando por una sociedad liberal o conservadora? ¿Viviremos con recuerdos del pasado soviético o recurriremos a la identidad nacional? ¿En qué etapa nos encontramos ahora? ¿Quiénes somos, qué lugar ocupamos en la región y el mundo, y qué es lo importante en cómo nos perciben los demás? ¿Estamos fundando un Estado nacional y cómo se resuelve la cuestión de la nación?

Estas preguntas quedaron sin respuesta, lo que generó incertidumbre tanto en la sociedad como en las políticas estatales. Fue esta incertidumbre la que realizó el proteccionismo gubernamental negativo, que se manifestó en la economía, la política interior y exterior, la vida espiritual e ideológica, así como en la vida cotidiana de la gente.

Fue absurdo el intento de cerrar el país a todas las “influencias” en un mundo globalizado. Sin embargo, estos factores, lamentablemente, no se quedaron sólo en una teoría o en un discurso de élite, sino determinaron la vida sociopolítica de Uzbekistán durante mucho tiempo. Identidad, tradiciones, etnia, nación y Estado nacional, actitud hacia personajes históricos: todo esto estaba determinado por el régimen dominante. Y, paradójicamente, esa política se convirtió en una especie de alternativa a la ideología socialista, que rechazó formalmente.

La situación se desarrolló de tal manera que, a pesar de la ausencia oficial de ideología, sus huellas se sentían en todas partes. Estos elementos y otros aspectos que pasaron desapercibidos se convirtieron en el principal motivo del estancamiento de la conciencia pública.

En mi opinión, hoy muchos de los que hablan de nación, Estado nacional e identidad perciben estas cuestiones desde un punto de vista romántico. Sin embargo, lo más alarmante es que estos temas aún no han tenido un análisis científico.

¿Qué significa el concepto de “nación” en el contexto de la globalización moderna? ¿Un Estado nacional debería pertenecer a un grupo étnico o ser una asociación de ciudadanos de diferentes grupos étnicos? Estas preguntas siguen quedando sin respuesta.

Lo mismo se aplica a la ideología oficial del Estado. Durante los últimos 25 años de Independencia, Uzbekistán no ha formado opiniones claras sobre este tema. La razón parece ser que durante los años de la Independencia no se formó una cultura política; además, no se le dio la oportunidad de desarrollarla.

– Cuéntenos, por favor, ¿qué ha cambiado en el país y la región desde es año 2016? ¿Es posible hablar de una salida de la situación de “sumisión” que mencionó Usted, refiriéndose a Said? Y una cosa más: parece que se le ha olvidado responder a la segunda parte de mi pregunta anterior: ¿de dónde surgió en la vida sociopolítica este inusual epíteto de “Nuevo Uzbekistán”?

– De hecho, esta expresión era necesaria, tanto desde el punto de vista espiritual como político. La sociedad y el Estado empezaron a darse cuenta de que ya no podían vivir así. El epíteto “Nuevo Uzbekistán” se ha convertido en una especie de llamado a la movilización, un indicador de las próximas actualizaciones.

Creo que sería correcto comenzar con las circunstancias en las que se encontraba Shavkat Mirziyoyev cuando asumió sus funciones como Jefe de Estado. Esto ayudaría comprender mejor la esencia de los cambios que se han producido.

¿Cuál era la situación en ese momento?

Para ser honesto, ella estaba lejos de ser envidiable. El ascenso al poder de Shavkat Mirziyoyev coincidió con un período de crisis globales, regionales y locales. La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, la pandemia, las consecuencias de la crisis económica mundial, los conflictos regionales interestatales y fronterizos, los problemas socioeconómicos que se han acumulado en la sociedad durante muchos años...

Todos estos desafíos parecieron coincidir específicamente con el inicio de las actividades presidenciales de Shavkat Mirziyoyev. Por ejemplo, usted mismo recuerda cómo eran las relaciones entre los vecinos de la región hace 7 u 8 años. Los acontecimientos ocurridos en Afganistán, cuyo resultado era incierto, causaron gran preocupación. Además, la desunión de los países de la región hizo que incluso discutir una agenda común fuera prácticamente inalcanzable.

En aquel momento la integración parecía tan lejana que no tenía sentido hablar de ella. Concretamente, era necesario adivinar dónde y cuándo estallaría el próximo conflicto entre vecinos. Sin duda, esa inestabilidad en las relaciones sirvió a los intereses de los principales actores externos. La falta de cohesión ha mantenido a la región en un estado de vulnerabilidad y estancamiento.

– Permítame interrumpirle. Al escuchar su análisis, se me ocurrió una idea. El término “Balcanes euroasiáticos” se utiliza a menudo en la literatura política internacional. ¿Probablemente sabe que estamos hablando de su región?

– Sí, si no me equivoco, este término lo utilizó por primera vez Zbigniew Brzezinski. En su famoso libro “El gran tablero de ajedrez”, lo explica detalladamente. Aunque hoy en día sus tesis se perciben a menudo como especulaciones políticas, la afirmación no carece de fundamento.

Nuestra situación se parecía mucho a la de los Balcanes en Europa, con sus conflictos políticos y étnicos, agravios mutuos y diversas contradicciones. Recordemos, por ejemplo, las relaciones de Uzbekistán en aquel momento con sus vecinos, como Tayikistán y Kirguistánen. El líder tayiko Emomali Rahmon no visitaba Uzbekistán durante casi veinte años. Las relaciones con Kirguistán, donde a menudo se producían cambios políticos, también dejaban mucho que desear.

Esta desunión obstaculizó el desarrollo de la región, agravó los conflictos y privó a los países de la oportunidad de buscar conjuntamente formas de resolver problemas apremiantes. Durante los pirmeros años de la Independencia, las relaciones de Uzbekistán con los países vecinos, incluido Kirguistán, nunca habían sinceras. Esto también se aplica a Kazajstán, con el que existían contradicciones ocultas. Esas relaciones recordaban disputas inútiles sobre el liderazgo en la región: “¿Eres el mejor?” o “¿Soy el mejor?” Dominaba una atmósfera en la que incluso la esperanza de unificación parecía inalcanzable.

Fue durante ese período de depresión social y política, desconfianza y desunión que Shavkat Mirziyoyev fue elegido como el presidente de Uzbekistán.

¿Qué se debería haber hecho en tal situación? Por supuesto, se requería una evaluación sobria de la situación y, si fuera necesario, la voluntad de “bajarse del caballo”. Shavkat Mirziyoyev hizo precisamente eso. Comenzó a trabajar activamente para restablecer relaciones amistosas con los vecinos y resolver los conflictos que duraban mucho tiempo.

El resultado de estos esfuerzos fue la creación del Consejo Asesor de Jefes de Estado de Asia Central en el 2018. Aunque esta estructura era de naturaleza semiinstitucional, se convirtió en una plataforma importante para el entendimiento bilateral y la unificación de esfuerzos después de un largo período de desunión. Se restablecieron los vínculos culturales, humanitarios, económicos y políticos entre los países de la región. Lo más importante es que se ha desarrollado una atmósfera positiva en la región, lo que ha ayudado a fortalecer su condición de entidad internacional única.

En este contexto, puedo decir seguramente que las predicciones del Sr. Brzezinski que usted mencionó no se realizaron. Además, creo que Shavkat Mirziyoyev “editó” su concepto hasta cierto punto. Hoy en día Asia Central, en lugar de la competencia, domina la cooperación, y en lugar del resentimiento y la enemistad, están surgiendo la amistad y la hermandad.

Déjeme darle un ejemplo. Este año todos fuimos testigos de los Juegos Olímpicos de Verano celebrados en París. Los atletas de nuestro país han logrado victorias destacadas. Fue especialmente grato ver cómo nuestros atletas, que subieron al podio, fueron recibidos sinceramente por nuestros hermanos de los países vecinos. Las redes sociales se llenaron de comentarios y felicitaciones como: “¡Viva nuestros hermanos! Asia Central, los hijos de Turquestán, no somos inferiores a los demás, ¡somos un gran pueblo!”

Por supuesto, este evento no pasó desapercibido para las personas interesadas en la historia y modernidad de la región, así como para los especialistas. Por ejemplo, el famoso antropólogo e investigador ruso de Asia Central Sergei Abashin señaló: “Los Juegos Olímpicos de 2024 son un acontecimiento histórico. No tanto por la discusión de temas de género y arte, sino por los impresionantes resultados de los atletas de los países de Asia Central, especialmente Uzbekistán, que ganó 8 medallas de oro y ocupó el puesto 13 en la clasificación mundial general (permítame recordarle que además de los logros olímpicos, los ajedrecistas uzbekos también han alcanzado las primeras posiciones en el ranking mundial en los últimos años). Asistimos a cómo los países de Asia Central se están convirtiendo en jugadores visibles, reconocibles e importantes, para usar el lenguaje deportivo, a escala universal y son ellos mismos conscientes de su propia subjetividad. Se trata de un verdadero cambio histórico en el mundo y en el antiguo espacio postsoviético, que es de largo plazo y no es en absoluto accidental”.

En este contexto, cabe mencionar otro estudio notable realizado por especialistas kirguises. Según sus datos, en 2016, incluso antes de que Shavkat Mirziyoyev llegara al poder en Uzbekistán, la mayoría de los encuestados en Kirguistán percibían a su país como uno de los más hostiles. Sin embargo, ya en 2017, apenas un año después, los resultados de una encuesta similar mostraron un giro brusco: Uzbekistán estaba entre los países que los residentes de Kirguistán consideran más cercanos y amigables.

Las estadísticas económicas también son reveladoras. A finales de 2016, el volumen del comercio mutuo entre Uzbekistán y Kirguistán ascendió más de 200 millones de dólares. En 2022, esta cifra se multiplicó varias veces y alcanzó los 1.300 millones de dólares.

No debemos olvidarnos del pasado: durante el período de Independencia, se produjeron repetidamente conflictos sangrientos entre ciudadanos de Uzbekistán y Kirguistán en medio de disputas por el agua, las fronteras y el origen étnico. Sin embargo, hoy vemos cambios cardinales.

Un ejemplo es la declaración del Presidente de Kirguistán en una entrevista con Radio Liberty: “No nos importa cómo la parte uzbeka tomará el agua que ya fluye hacia Uzbekistán. No importa si es por tubería, zanja o aire. Lo principal es que cada acción sea acordada entre las partes. A partir de ahora la amistad entre Kirguistán y Uzbekistán será sólida. Nadie excepto Dios puede estropear nuestros lazos amistosos”.

Estos cambios demuestran claramente que Uzbekistán ha pasado de una política de aislamiento a fortalecer relaciones amistosas y constructivas con sus vecinos.

¿De dónde cree que surgió tanta sinceridad y voluntad política decisiva, tanto entre las elites políticas de los países de la región como entre la gente común y corriente?

En mi opinión, incluso estos breves ejemplos demuestran con bastante claridad lo que ha sucedido en la región desde el año 2016. Además, hoy Uzbekistán no tiene ni un solo conflicto fronterizo con sus vecinos. Ha formado las relaciones amistosas con los Estados vecinos tanto a nivel bilateral como dentro de diversas estructuras.

– Pero vale la pena considerar que muchas de estas estructuras son tradicionales, como la OCS, la CEI, la OTSC, y Uzbekistán nunca ha sido ajeno a estas organizaciones...

– Le entiendo a Usted. Si prestamos atención, en el pasado los procesos en las estructuras políticas y económicas de la región estaban determinados principalmente por fuerzas externas. La influencia de sus objetivos ideológicos y geopolíticos se sintió constantemente. Pero en el nuevo período, los vectores de la política exterior de Uzbekistán se han vuelto más diversos.

Formatos como las reuniones de consulta de los jefes de Estado de Asia Central o la plataforma “5+1” surgieron debido a los cambios en la política uzbeka. Estas actualizaciones contribuyeron al surgimiento de una nueva práctica en la región de discusión conjunta y desarrollo de una posición común.

Hoy en día, el concepto de identidad regional se escucha cada vez más en los discursos de los políticos y líderes de nuestros países. Considero que esto es un logro histórico. En esencia, se trata de un reflejo simbólico de la idea de Turquestán, promovida por los Jadids en la década de 1920, pero que luego se perdió.

Otro paso importante fue la adhesión de Uzbekistán a la Organización de Estados Túrquicos (OET) en 2019. Este evento cambió la agenda de la organización y elevó su estatus. Por primera vez en un siglo, Uzbekistán declaró oficialmente su pertenencia a la etnia turca. Este hecho también puede considerarse la respuesta a su pregunta sobre la “búsqueda de identidad” del Estado y de la sociedad.

– Es cierto que la mayoría de las medidas que usted mencionó fortalecen el humor de integración. Sin embargo, como ha dicho Usted, existen excepciones al concepto de identidad regional o turca. Por ejemplo, Tayikistán, donde se habla persa, no participa en la OET. ¿Por qué?

– Esta es un problema pregunta verdaderamente relevante. Las razones son conocidas. Por supuesto, la historia y la cultura comunes son una base importante para la integración. Pero los miembros de la organización entienden que en el mundo global moderno las actividades no pueden basarse únicamente en principios étnicos o en un nacionalismo estrecho.

Mire el mapa. El mundo turco y los países de la región se encuentran en la zona central de Eurasia. Nuestros antepasados ​​desempeñaron históricamente el papel de vínculo de conexión entre pueblos y Estados. Por estas tierras pasaba la Gran Ruta de la Seda, conectando Europa Occidental con China, el Norte con el Sur. Sin ninguna duda Tayikistán es parte de este patrimonio.

Aunque el idioma de Tayikistán es el persa, está indisolublemente ligado cultural e históricamente a los pueblos de la región. Además, en términos de patrimonio cultural y espiritual, valores, incluidos motivos religiosos, Tayikistán está más cerca a nosotros que a Irán.

Si hablamos de las bases para ser miembro, vale la pena recordar que Hungría, que participa activamente en las actividades de la OET como observador, habla el idioma del grupo finno-ugrio, no el turco.

Estoy seguro que si se invita a Tayikistán a la Organización, al menos en calidad de observador, esto sólo consolidará la solidaridad regional. Por supuesto, esta es mi opinión personal.

– ¿Acaso el vecino del sur de Uzbekistán, Afganistán, con su ubicación geográfica y sus componentes étnicos y culturales, no tiene derecho a participar en los procesos regionales?

– Por supuesto, según los estándares geopolíticos modernos, Afganistán es parte de la región. Además de su ubicación geográfica, este país alberga una gran población turca. Además, cierta parte de este país (el norte de Afganistán) en la historia se llamó Turquestán del Sur. Desde este punto de vista, además de determinar la política exterior multivectorial de la región, el vecino del sur es extremadamente importante, ya que sus territorios cruzan las rutas que nos llevan a los puertos marítimos globales.

Creo que he hablado de la región con suficiente detalle. Ahora, si se me permite, pasaré a los cambios en la vida social, política y cultural de Uzbekistán. Después de todo, son estos cambios los que revelan la esencia del epíteto “Nuevo” en el nombre del país, que usted ha mencionado varias veces.

Ante todo, cabe señalar que después de 2016 la retórica política de Uzbekistán ha cambiado. Este fue el comienzo de lo que yo llamo la conciencia de la propia identidad, la búsqueda del propio “yo”. Piense: un Estado tiene todos los atributos que confirman su soberanía: una bandera, un escudo, un himno, dinero, un ejército, fronteras. Pero además de esto, siempre hubo una sensación de incompletitud.

Imagine que lo tiene todo, pero no sea suficiente. Esto también pasó con nosotros. Esta atmósfera deprimida recordaba esencialmente la teoría de Said (orientalismo). Sí, Uzbekistán como Estado lo tenía todo menos identidad nacional. Lo que faltaba era su alma, la misma identidad que le habían arrebatado hacía más de un siglo. Sin ella, el país se sentía inseguro y vulnerable.

Ahora entiendo el grito del alma de nuestro gran poeta, Jadid y víctima de las represiones estalinistas, Abdurauf Fitrat: “Oh gran Turan, tierra de leones, ¿qué te pasó?...” Él gritó desesperado a su Patria y a su pueblo, lamentando su corazón perdido. Una nación sin alma propia, sin identidad: ¿sigue siendo independiente o se convierte en un “otro” en el círculo de los dueños? Por eso mencioné a Said y su teoría del “orientalismo” desde el principio.

En mi opinión, Shavkat Mirziyoyev fue profundamente consciente de este problema desde el principio. Al llegar a la presidencia, planteó temas que no se habían discutido durante los 25 años de independencia y, en ocasiones, incluso fueron prohibidos.

Un ejemplo son las citas de las inscripciones de Bilge Kagan, que comenzaron a aparecer en textos políticos. Durante las celebraciones del Día de la Independencia se leyó el poema “Guzal Turkiston” (“Bello Turquestán”), que había sido tabú desde su redacción. El nombre de Fitrat empezó a oírse cada vez con más frecuencia. Cientos de figuras nacionales reprimidas durante la era soviética, incluidos miembros del movimiento nacional que antes se llamaban “Basmachi”, fueron rehabilitados por el Tribunal Supremo.

En Tashkent se celebró una conferencia internacional dedicada al patrimonio científico de los Jadids. El Presidente Shavkat Mirziyoyev habló por primera vez en la historia de Uzbekistán en el podio de la ONU en idioma uzbeko.

En el país se levantaron las prohibiciones religiosas, políticas y de libertad de expresión. Se han abolido las “listas negras”. Se ha puesto fin al uso de trabajo forzoso, incluido el trabajo infantil, en la industria algodonera, que durante muchos años dañó la imagen del país. Se ha cerrado la prisión de Jaslyk en Karakalpakstán, que se ha convertido en un símbolo de la represión política y religiosa.

Estas medidas distinguen al Uzbekistán actual de su pasado. Si prestas la atención de punto de vista académico, estos cambios pueden caracterizarse como el deseo del Estado y la sociedad de una identidad nacional, un alejamiento de la presión colonial y neocolonial.

En mi opinión, durante la época de Shavkat Mirziyoyev se llevó a cabo un trabajo importante para renovar la sociedad y abandonar los sistemas soviéticos. Permítame darle otro ejemplo que tiene un importante significado sociopolítico.

En la época soviética, como en todas las capitales de las repúblicas unidas, en Tashkent había una plaza central: la “Plaza de Lenin”. En este lugar se alzaba un monumento al “líder del proletariado mundial”. Después de la Independencia, la figura de bronce de Lenin fue eliminada, pero la plaza permaneció casi igual. En lugar del pedestal apareció un globo terráqueo, en cuyo centro estaba escrita la palabra “Uzbekistán” en una fuente apenas visible. Se cambió el nombre de la plaza, eliminando el nombre de Lenin y añadiendo la palabra “independencia”. Así apareció la “Plaza de la Independencia”.

El significado de la Independencia, como se puede comprender, se redujo sólo a este cambio simbólico.

En las nuevas condiciones, este asunto se abordó de manera más profunda y seria. Sin negar la importancia de esta plaza, crearon el parque “Nuevo Uzbekistán” en la parte oriental de la capital.

Algunos preguntaron: “¿Para qué otro complejo si ya tenemos la Plaza de la Independencia?” Este malentendido se debe a una falta de comprensión de la esencia misma de la idea.

Como ya mencioné, la Plaza de la Independencia apareció en el sitio de la antigua “Plaza de Lenin”. Su apariencia arquitectónica y diseño artístico permanecieron sin especificidades nacionales claramente definidas. Este espacio, en términos de contenido, era sumamente limitado. En el centro de la plaza había un globo terráqueo con la inscripción “Uzbekistán”, que simboliza el surgimiento de un nuevo Estado. Sin embargo, me parece que este símbolo expresaba no tanto independencia como modestia e incluso cautela en su manifestación.

Pero la identidad nacional de nuestro pueblo, que tiene una historia milenaria, no se limita al período de dependencia. Tenemos un pasado glorioso, grandes héroes y logros científicos y culturales destacados que son admirados por los pueblos del mundo.

El presidente Shavkat Mirziyoyev, al concebir el proyecto del parque, partió precisamente de estos motivos. Hoy en día, el parque Nuevo Uzbekistán con un grandioso monumento es un lugar al que acuden huéspedes y turistas de todo el mundo, políticos y líderes gubernamentales. Sus exposiciones abarcan no sólo la historia de nuestro país, sino también el patrimonio común de toda la región.

Definir la identidad regional y comprender cómo las personas que viven en esa región se perciben a sí mismas y a su lugar en el mundo tiene un papel muy importante. Desde este punto de vista, el acercamiento que se está produciendo hoy no sólo en el ámbito económico-político, sino también en el cultural y humanitario es de suma importancia para la comprensión mutua de los pueblos que han convivido durante siglos.

Especialmente proyectos como el “Parque Nuevo Uzbekistán”, por su contenido e importancia, pueden convertirse en un punto de unificación de la historia de los pueblos de la región. Hoy en día se necesitan con urgencia ideas de este tipo a gran escala.

Creo que ninguna de sus preguntas quedó sin respuesta.

– ¡Gracias! Tengo una pregunta más. Todo el mundo ve que hoy en día la situación geopolítica en Asia Central está cambiando. Esto también significa el surgimiento de nuevos actores en la región. Naturalmente, tal situación puede crear ciertos inconvenientes para las políticas internas y exteriores de los dos Estados poderosos: Uzbekistán y Kazajstán. Por ejemplo, una fuerza puede ejercer presión en pos de intereses económicos, mientras que otra puede intentar mantener a estos países en el estatus de objeto geopolítico desde un punto de vista ideológico o político. Si se ejerce tanta presión sobre Uzbekistán, ¿qué posición puede adoptar el actual gobierno del presidente Mirziyoyev?

– Una pregunta muy interesante. Parece que el Presidente se anticipó a tales preguntas, ya que en sus discursos dio repetidamente una respuesta clara y concisa al respecto. Por ejemplo, el 22 de diciembre de 2023, en una reunión del Consejo Republicano para la Espiritualidad y la Educación, Shavkat Mirziyoyev dijo: “Todos somos testigos de cómo los poderosos centros del mundo, que antes defendían sus objetivos e intereses principalmente a través de la diplomacia y la política, ahora han defendido abiertamente un camino de presión, confrontación y enfrentamientos. Desgraciadamente, la influencia de procesos tan grandes y extremadamente contradictorios no pasa por alto la región de Asia Central y nuestro país, que es parte integral de ella”.

Ese mismo año, durante una reunión en la región de Surjandaryá, el Presidente dio una respuesta que se relaciona directamente con su pregunta. Así lo afirmó el Jefe de Estado: “Ahora es un momento muy difícil. Los grandes países ahora dicen: “Uzbekistán, ¿en qué parte estás? Deja de ser neutral, vete para esta parte o para aquella parte”. Hablan de esto con bastante insistencia... Ellos mismos lo dicen, y sus representantes también lo piden, declarando: “Necesitamos a Uzbekistán en Asia Central. La población que ha alcanzado los 36 millones de personas será de 40 millones en tres o cuatro años”. Preguntan: “¿En qué parte estás?” ¿Cómo deberías responder a una pregunta tan difícil? Sólo hay una respuesta: estoy solamente en una parte, estoy dispuesto a morir por mi nación, por mi pueblo, por los intereses del gran futuro de Uzbekistán”.

¿Es posible dar una respuesta más clara y precisa a su pregunta?

– Gracias. Me gustaría decir honestamente que disfruté nuestra conversación. Aprendí mucho sobre el país que me interesa, sobre su pasado y presente. Me gustaron especialmente sus pensamientos sobre el “alma perdida”. De hecho, nunca antes había pensado que la pérdida del alma es una manifestación directa de dependencia y esclavitud espiritual. Por lo que escuché, llegué a la conclusión de que hoy Uzbekistán está ganando su identidad, su “yo” o, como usted dice, su “alma”. Creo que entendí sus pensamientos correctamente.

– ¡Sí, tiene toda la razón! ¡Muchas gracias de nuevo!

 

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DE UZBEKISTÁN AL “NUEVO UZBEKISTÁN”: EN BUSCA DEL ALMA PERDIDA

Conversación del observador político alemán, jefe del departamento de geopolítica del “Berliner Zeitung”, Thomas Fasbender, y el famoso politólogo uzbeko Kudratilla Rafikov.

– Señor Rafikov, hace mucho tiempo surgió en mí el deseo de escribir sobre Uzbekistán y comprender mejor los procesos que se desarrollan en este país. Este país, ubicado en el centro de Eurasia, puede considerarse legítimamente no solo el centro geopolítico, sino también de civilización del continente.

En mi opinión, dos grandes épocas que surgieron en esta tierra en el pasado lejano, la época del Renacimiento Islámico y el Renacimiento Timurida, introdujeron algo increíblemente importante en la cultura y la ciencia mundial, no solo para los pueblos de Oriente o el mundo islámico, sino también para toda la historia de la Humanidad. Sin embargo, la tierra, que fue cuna de poderosos imperios y civilizaciones, permaneció durante varios siglos presa de agitaciones sociales y políticas y sufrió el peso grave del colonialismo.

Pero mi pregunta no se refiere al pasado lejano. Me gustaría hablar sobre la actualidad en su país, sobre cómo el Estado y la sociedad afrontaron las dificultades de la recuperación después de la obtención de la Independencia. En particular, me interesa saber por qué la conciencia de la elite política, y de hecho de la sociedad en su conjunto, seguía dominada por un estancamiento peligroso, tal vez incluso más profundo que en el período soviético.

¿Por qué sucedió esto? ¿Por qué, incluso después de obtener soberanía, el país se mantuvo fiel a los viejos principios ideológicos durante casi un cuarto de siglo, hasta hoy, cuando estamos teniendo esta conversación? Hasta donde tengo entendido, la sociedad y la élite política todavía enfrentan dificultades para comprender conceptualmente y renovar su propia identidad. ¿Con qué está conectado esto? ¿Cómo se desarrollaron los sentimientos de independencia, identidad nacional y relación entre el pueblo y el Estado después del llamado “amanecer de la libertad”?

Una cuestión más: ¿por qué, más de un cuarto de siglo después de obtener la Independencia, se añade la característica “Nuevo” al nombre del Estado de Uzbekistán? ¿Qué causó esta necesidad?

– No es fácil dar una respuesta definitiva a esta pregunta. Se trata de un discurso complejo que sigue siendo uno de los más agudos, controvertidos y debatidos en los círculos científicos: el tema de las metrópolis y las colonias.

Aunque parezca desagradable, lo cierto es que la enorme región, situada en la confluencia del Oeste y el Este, del Norte y del Sur, fue durante muchos años percibida como una “periferia” (desafortunadamente, algunos todavía lo piensan). ¿Pero merece esta descripción? Por supuesto, este es el otro tema.

No rehuyamos su pregunta. No recuerdo exactamente, alguien dijo: “La historia de la humanidad es la historia de las guerras”. Esta frase me impresiona no sólo por su precisión, sino también por su poesía significativa. De ello se desprende un pensamiento obvio: dado que las guerras y las conquistas son parte de la historia, siempre habrá dominantes y oprimidos...

Como mencioné, muchos estudiosos han tratado de darle sentido a esta parte de la historia. Entre ellos se encuentra el fundador y teórico de los estudios poscoloniales, profesor de la Universidad de Columbia, el científico estadounidense de origen palestino (árabe cristiano) Edward Wadi Said. En su obra más famosa, Orientalismo, cita en “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte” de Marx: “No pueden expresarse; otros deben presentarlos”.

Según las exigencias del orientalismo, Oriente no puede hablar por sí mismo, no puede representarse ni mostrarse. Necesita que otros hablen de él, que lo representen, es decir, que ayuden a la ciencia occidental... “El orientalismo era una ciencia encaminada a repensar Oriente y presentárselo a Europa. Este proceso puede verse como una especie de instrumento para la absorción y apropiación del Este por parte de la Europa dominante. En este caso, Oriente no se ha convertido en un interlocutor de Occidente, sino en un “otro” silencioso que está cerca”, explica Said.

Hablando más ampliamente de los períodos colonial y poscolonial, la investigación en esta área ayuda a comprender nuestra historia social y política, así como el estado actual de la sociedad. A pesar de que nuestra región, ubicada en el centro de Eurasia, no está en el epicentro del tema, como, por ejemplo, el Oriente árabe, sobre el que escribe Said, resultó estar “orientalizada” en gran medida. Esto está relacionado con lo que durante muchos siglos la mitad de nuestra tierra perdió su independencia por dos veces. Además, otros hablaron por nosotros, nos presentaron al mundo, y durante mucho tiempo seguimos siendo el “mudo para los otros” frente a las fuerzas dominantes.

Ahora a su primera pregunta: ¿por qué los sucedió esto?

Las causas de esto se pueden dividirse en objetivas y subjetivas. Quizás por eso muchos investigadores sostienen que el proceso de construcción de un Estado nacional y una nación en nuestra región, en particular en Uzbekistán, aún está en curso. Podemos estar parcialmente de acuerdo con esta opinión.

Formalmente, la nación política uzbeka, creada en la primera mitad del siglo pasado, se presentó al mundo como una nación con historia, cultura, lengua y otros códigos de identificación. Sin embargo, esta nación nunca pudo superar las fronteras coloniales. La ideología soviética buscó subordinar todos los signos de identidad nacional en las repúblicas al concepto general “soviético”. El concepto de “hombre soviético”, que alcanzó su apogeo en los años 70 y 80, profundizó la inclusión de las sociedades nacionales de Asia Central en el cosmopolitismo soviético.

Como bien ha señalado, incluso casi 25 años después de la obtención de la Independencia, no hemos podido escapar a la influencia de este concepto. ¿Por qué? Porque la “reconstrucción”, que comenzó al final del período soviético, así como los cambios sociopolíticos de la década de 1990, fueron percibidos por el Estado como una amenaza seria. Cuando el entorno social presionó por un replanteamiento de la identidad política y étnica, el Estado suprimió cualquier manifestación de humor nacional, religioso y político. Se ha convertido en el único “jugador” duro en la esfera socioideológica, como en la época soviética, pero sin ideología.

La ideología comunista, que fue abandonada a principios de la década de 1990, fue reemplazada por el miedo a nuevas ideas y pensamientos. En la sociedad se ha formado un concepto único, incluso más conservador que el soviético: una visión cautelosa e incluso temerosa de la religión, la identidad nacional y la historia. Su forma más cruda se manifestó en la persistente negación de la conexión de la sociedad con la herencia turca e islámica.

En un país donde casi el 90 por ciento de la población es de etnia uzbeka y musulmana, la identidad ha comenzado a reflejarse en la imagen de un ciudadano que implementa ideas abstractas, por ejemplo: “Uzbekistán es un Estado con un gran futuro”. Sin embargo, estas ideas no pudieron arraigar en la sociedad debido a su utopismo, como los ideales comunistas, y su fracaso tanto desde el punto de vista étnico como ideológico.

Este peculiar camino conservador de construir un Estado y una sociedad nacionales después de la obtención de la Independencia condujo no sólo al aislamiento político interno, sino también a la alienación de los vecinos, así como al proteccionismo económico y social, que nos aisló físicamente y, en cierto sentido, nos debilitó. La política aplicada hacia los vecinos han ralentizado el proceso de fundación de un Estado y una sociedad nacionales. En condiciones, en las que la vida de la región estaba cambiando, la negativa a actualizarse mostró la inclinación del Estado hacia el legado de la ideología colonial.

Durante los primeros 25 años de la Independencia, las cuestiones de la construcción del Estado y de la sociedad nacionales no recibieron la debida atención. Por eso muchos analistas, al evaluar el período de transición que terminó en 2016, llegaron a la conclusión: “Mirziyoyev heredó una política y economía muy complicadas”. Esta opinión es bastante justa.

Lo más triste, como usted ha dicho, es que el punto geopolítico más importante de Eurasia, el país más grande e influyente de la región, ha quedado hasta cierto punto aislado del mundo. La tendencia ortodoxa que mantuvo a Uzbekistán dentro del concepto soviético de Estado y sociedad nacionales influyó no sólo en la situación interna, sino también en la interacción regional. Esta tendencia en la región inspiró el nacionalismo étnico, que contribuyó a la alienación de las nuevas repúblicas entre sí.

– Entonces, ¿quiere decir que después de obtener la Independencia, los Estados de la región comenzaron no a acercarse, sino, por el contrario, a alejarse unos de otros? 

– Se puede decir así. Los pueblos de la única región Turkestán en la historia, después de obtener la libertad tuvieron que enfrentar numerosos malentendidos. En algunos casos, los agravios y el descontento escalaron hasta convertirse en conflictos sangrientos. Estas tensiones surgieron de disputas sobre fronteras, agua y superioridad étnica. Sin embargo, lo más difícil fue la actitud politizada hacia lo que los Estados comenzaron a considerar parte de su ideología nacional. La historia y el Patrimonio Cultural de la región han sido monopolizados. De alguna manera se observó irónicamente que la historia y el Patrimonio Cultural de la región se han convertido en un lenguaje de odio mutuo.

Lamentablemente, hoy en los cinco Estados de la región se enseñan en las escuelas versiones de la historia completamente diferentes y a veces contradictorias, aunque su pasado fuera el mismo. Durante mucho tiempo, los procesos de formación de un Estado y una sociedad nacionales en la región se desarrollaron según el método soviético: mediante la negación, la oposición y la confrontación.

Sin embargo, me he desviado un poco del tema. Discutimos temas de identidad, ideología y pensamiento nacional. En mi opinión, la base de la identidad es la lengua, la cultura, la historia y la memoria histórica. Claro que la religión también tiene un papel importante. Si consideramos la situación en su conjunto, el vacío ideológico es peligroso y para la sociedad, y para el Estado. En los primeros años de la Independencia, comenzaron a aparecer elementos de individualismo en Uzbekistán. La relación entre el Estado y la sociedad se ha debilitado: garantizar la vida y el bienestar ha recaído en gran medida sobre los hombros del propio individuo.

Durante este período, el concepto soviético de igualdad desapareció y el nivel de vida empezó a depender de las capacidades de cada individuo. Se ha prestado mayor atención a las tradiciones, el idioma, la identidad, la historia y los valores nacionales. Todo esto en sí mismo se ha convertido en una especie de ideología, una ideología que la propia sociedad ha creado para sí misma.

Lamentablemente, este impulso social, ya que sea liberalismo económico, individualismo o tradicionalismo, no fue aceptado, procesado, tampoco apoyado. Al contrario, fue rechazado. Como ya he dicho, la élite política de esa época tenía miedo de estos procesos.

En los primeros años de la Independencia, el Estado, desconfiado de una sociedad que buscaba su identidad, en realidad obstaculizó este proceso. La identidad nacional, la apelación a la historia y las tradiciones se percibieron como una amenaza potencial. En cambio, se puso énfasis en conceptos humanistas soviéticos como “amistad de los pueblos”, “internacionalismo” y “pueblos multinacionales”, que en realidad dependían del sistema antiguo.

Esta política fue un paso consciente y lógico. El Estado intentó proteger a una sociedad que se buscaba a sí misma entre las ruinas de una ideología colapsada de un regreso a los orígenes históricos, incluidos los valores familiares y la etnicidad, que eran percibidos como la amenaza del “nacionalismo radical”. Lamentablemente, este miedo se ha convertido no sólo en un elemento permanente de la política estatal, sino también en su rasgo distintivo.

Una idea extraña empezó a arraigar en la sociedad: negamos la ideología comunista, pero al mismo tiempo no consideramos importante recurrir a la etnogénesis, la cultura y los valores que puedan decirnos quiénes somos. No somos completamente conservadores, pero tampoco somos liberales. Existimos, somos independientes. Tenemos un escudo, una bandera y otros símbolos del Estado...

¿Es posible imaginar una simbiosis tan contradictoria en la sociedad? La dicotomía resultante fue extremadamente difícil de entender. ¿Estamos luchando por una sociedad liberal o conservadora? ¿Viviremos con recuerdos del pasado soviético o recurriremos a la identidad nacional? ¿En qué etapa nos encontramos ahora? ¿Quiénes somos, qué lugar ocupamos en la región y el mundo, y qué es lo importante en cómo nos perciben los demás? ¿Estamos fundando un Estado nacional y cómo se resuelve la cuestión de la nación?

Estas preguntas quedaron sin respuesta, lo que generó incertidumbre tanto en la sociedad como en las políticas estatales. Fue esta incertidumbre la que realizó el proteccionismo gubernamental negativo, que se manifestó en la economía, la política interior y exterior, la vida espiritual e ideológica, así como en la vida cotidiana de la gente.

Fue absurdo el intento de cerrar el país a todas las “influencias” en un mundo globalizado. Sin embargo, estos factores, lamentablemente, no se quedaron sólo en una teoría o en un discurso de élite, sino determinaron la vida sociopolítica de Uzbekistán durante mucho tiempo. Identidad, tradiciones, etnia, nación y Estado nacional, actitud hacia personajes históricos: todo esto estaba determinado por el régimen dominante. Y, paradójicamente, esa política se convirtió en una especie de alternativa a la ideología socialista, que rechazó formalmente.

La situación se desarrolló de tal manera que, a pesar de la ausencia oficial de ideología, sus huellas se sentían en todas partes. Estos elementos y otros aspectos que pasaron desapercibidos se convirtieron en el principal motivo del estancamiento de la conciencia pública.

En mi opinión, hoy muchos de los que hablan de nación, Estado nacional e identidad perciben estas cuestiones desde un punto de vista romántico. Sin embargo, lo más alarmante es que estos temas aún no han tenido un análisis científico.

¿Qué significa el concepto de “nación” en el contexto de la globalización moderna? ¿Un Estado nacional debería pertenecer a un grupo étnico o ser una asociación de ciudadanos de diferentes grupos étnicos? Estas preguntas siguen quedando sin respuesta.

Lo mismo se aplica a la ideología oficial del Estado. Durante los últimos 25 años de Independencia, Uzbekistán no ha formado opiniones claras sobre este tema. La razón parece ser que durante los años de la Independencia no se formó una cultura política; además, no se le dio la oportunidad de desarrollarla.

– Cuéntenos, por favor, ¿qué ha cambiado en el país y la región desde es año 2016? ¿Es posible hablar de una salida de la situación de “sumisión” que mencionó Usted, refiriéndose a Said? Y una cosa más: parece que se le ha olvidado responder a la segunda parte de mi pregunta anterior: ¿de dónde surgió en la vida sociopolítica este inusual epíteto de “Nuevo Uzbekistán”?

– De hecho, esta expresión era necesaria, tanto desde el punto de vista espiritual como político. La sociedad y el Estado empezaron a darse cuenta de que ya no podían vivir así. El epíteto “Nuevo Uzbekistán” se ha convertido en una especie de llamado a la movilización, un indicador de las próximas actualizaciones.

Creo que sería correcto comenzar con las circunstancias en las que se encontraba Shavkat Mirziyoyev cuando asumió sus funciones como Jefe de Estado. Esto ayudaría comprender mejor la esencia de los cambios que se han producido.

¿Cuál era la situación en ese momento?

Para ser honesto, ella estaba lejos de ser envidiable. El ascenso al poder de Shavkat Mirziyoyev coincidió con un período de crisis globales, regionales y locales. La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, la pandemia, las consecuencias de la crisis económica mundial, los conflictos regionales interestatales y fronterizos, los problemas socioeconómicos que se han acumulado en la sociedad durante muchos años...

Todos estos desafíos parecieron coincidir específicamente con el inicio de las actividades presidenciales de Shavkat Mirziyoyev. Por ejemplo, usted mismo recuerda cómo eran las relaciones entre los vecinos de la región hace 7 u 8 años. Los acontecimientos ocurridos en Afganistán, cuyo resultado era incierto, causaron gran preocupación. Además, la desunión de los países de la región hizo que incluso discutir una agenda común fuera prácticamente inalcanzable.

En aquel momento la integración parecía tan lejana que no tenía sentido hablar de ella. Concretamente, era necesario adivinar dónde y cuándo estallaría el próximo conflicto entre vecinos. Sin duda, esa inestabilidad en las relaciones sirvió a los intereses de los principales actores externos. La falta de cohesión ha mantenido a la región en un estado de vulnerabilidad y estancamiento.

– Permítame interrumpirle. Al escuchar su análisis, se me ocurrió una idea. El término “Balcanes euroasiáticos” se utiliza a menudo en la literatura política internacional. ¿Probablemente sabe que estamos hablando de su región?

– Sí, si no me equivoco, este término lo utilizó por primera vez Zbigniew Brzezinski. En su famoso libro “El gran tablero de ajedrez”, lo explica detalladamente. Aunque hoy en día sus tesis se perciben a menudo como especulaciones políticas, la afirmación no carece de fundamento.

Nuestra situación se parecía mucho a la de los Balcanes en Europa, con sus conflictos políticos y étnicos, agravios mutuos y diversas contradicciones. Recordemos, por ejemplo, las relaciones de Uzbekistán en aquel momento con sus vecinos, como Tayikistán y Kirguistánen. El líder tayiko Emomali Rahmon no visitaba Uzbekistán durante casi veinte años. Las relaciones con Kirguistán, donde a menudo se producían cambios políticos, también dejaban mucho que desear.

Esta desunión obstaculizó el desarrollo de la región, agravó los conflictos y privó a los países de la oportunidad de buscar conjuntamente formas de resolver problemas apremiantes. Durante los pirmeros años de la Independencia, las relaciones de Uzbekistán con los países vecinos, incluido Kirguistán, nunca habían sinceras. Esto también se aplica a Kazajstán, con el que existían contradicciones ocultas. Esas relaciones recordaban disputas inútiles sobre el liderazgo en la región: “¿Eres el mejor?” o “¿Soy el mejor?” Dominaba una atmósfera en la que incluso la esperanza de unificación parecía inalcanzable.

Fue durante ese período de depresión social y política, desconfianza y desunión que Shavkat Mirziyoyev fue elegido como el presidente de Uzbekistán.

¿Qué se debería haber hecho en tal situación? Por supuesto, se requería una evaluación sobria de la situación y, si fuera necesario, la voluntad de “bajarse del caballo”. Shavkat Mirziyoyev hizo precisamente eso. Comenzó a trabajar activamente para restablecer relaciones amistosas con los vecinos y resolver los conflictos que duraban mucho tiempo.

El resultado de estos esfuerzos fue la creación del Consejo Asesor de Jefes de Estado de Asia Central en el 2018. Aunque esta estructura era de naturaleza semiinstitucional, se convirtió en una plataforma importante para el entendimiento bilateral y la unificación de esfuerzos después de un largo período de desunión. Se restablecieron los vínculos culturales, humanitarios, económicos y políticos entre los países de la región. Lo más importante es que se ha desarrollado una atmósfera positiva en la región, lo que ha ayudado a fortalecer su condición de entidad internacional única.

En este contexto, puedo decir seguramente que las predicciones del Sr. Brzezinski que usted mencionó no se realizaron. Además, creo que Shavkat Mirziyoyev “editó” su concepto hasta cierto punto. Hoy en día Asia Central, en lugar de la competencia, domina la cooperación, y en lugar del resentimiento y la enemistad, están surgiendo la amistad y la hermandad.

Déjeme darle un ejemplo. Este año todos fuimos testigos de los Juegos Olímpicos de Verano celebrados en París. Los atletas de nuestro país han logrado victorias destacadas. Fue especialmente grato ver cómo nuestros atletas, que subieron al podio, fueron recibidos sinceramente por nuestros hermanos de los países vecinos. Las redes sociales se llenaron de comentarios y felicitaciones como: “¡Viva nuestros hermanos! Asia Central, los hijos de Turquestán, no somos inferiores a los demás, ¡somos un gran pueblo!”

Por supuesto, este evento no pasó desapercibido para las personas interesadas en la historia y modernidad de la región, así como para los especialistas. Por ejemplo, el famoso antropólogo e investigador ruso de Asia Central Sergei Abashin señaló: “Los Juegos Olímpicos de 2024 son un acontecimiento histórico. No tanto por la discusión de temas de género y arte, sino por los impresionantes resultados de los atletas de los países de Asia Central, especialmente Uzbekistán, que ganó 8 medallas de oro y ocupó el puesto 13 en la clasificación mundial general (permítame recordarle que además de los logros olímpicos, los ajedrecistas uzbekos también han alcanzado las primeras posiciones en el ranking mundial en los últimos años). Asistimos a cómo los países de Asia Central se están convirtiendo en jugadores visibles, reconocibles e importantes, para usar el lenguaje deportivo, a escala universal y son ellos mismos conscientes de su propia subjetividad. Se trata de un verdadero cambio histórico en el mundo y en el antiguo espacio postsoviético, que es de largo plazo y no es en absoluto accidental”.

En este contexto, cabe mencionar otro estudio notable realizado por especialistas kirguises. Según sus datos, en 2016, incluso antes de que Shavkat Mirziyoyev llegara al poder en Uzbekistán, la mayoría de los encuestados en Kirguistán percibían a su país como uno de los más hostiles. Sin embargo, ya en 2017, apenas un año después, los resultados de una encuesta similar mostraron un giro brusco: Uzbekistán estaba entre los países que los residentes de Kirguistán consideran más cercanos y amigables.

Las estadísticas económicas también son reveladoras. A finales de 2016, el volumen del comercio mutuo entre Uzbekistán y Kirguistán ascendió más de 200 millones de dólares. En 2022, esta cifra se multiplicó varias veces y alcanzó los 1.300 millones de dólares.

No debemos olvidarnos del pasado: durante el período de Independencia, se produjeron repetidamente conflictos sangrientos entre ciudadanos de Uzbekistán y Kirguistán en medio de disputas por el agua, las fronteras y el origen étnico. Sin embargo, hoy vemos cambios cardinales.

Un ejemplo es la declaración del Presidente de Kirguistán en una entrevista con Radio Liberty: “No nos importa cómo la parte uzbeka tomará el agua que ya fluye hacia Uzbekistán. No importa si es por tubería, zanja o aire. Lo principal es que cada acción sea acordada entre las partes. A partir de ahora la amistad entre Kirguistán y Uzbekistán será sólida. Nadie excepto Dios puede estropear nuestros lazos amistosos”.

Estos cambios demuestran claramente que Uzbekistán ha pasado de una política de aislamiento a fortalecer relaciones amistosas y constructivas con sus vecinos.

¿De dónde cree que surgió tanta sinceridad y voluntad política decisiva, tanto entre las elites políticas de los países de la región como entre la gente común y corriente?

En mi opinión, incluso estos breves ejemplos demuestran con bastante claridad lo que ha sucedido en la región desde el año 2016. Además, hoy Uzbekistán no tiene ni un solo conflicto fronterizo con sus vecinos. Ha formado las relaciones amistosas con los Estados vecinos tanto a nivel bilateral como dentro de diversas estructuras.

– Pero vale la pena considerar que muchas de estas estructuras son tradicionales, como la OCS, la CEI, la OTSC, y Uzbekistán nunca ha sido ajeno a estas organizaciones...

– Le entiendo a Usted. Si prestamos atención, en el pasado los procesos en las estructuras políticas y económicas de la región estaban determinados principalmente por fuerzas externas. La influencia de sus objetivos ideológicos y geopolíticos se sintió constantemente. Pero en el nuevo período, los vectores de la política exterior de Uzbekistán se han vuelto más diversos.

Formatos como las reuniones de consulta de los jefes de Estado de Asia Central o la plataforma “5+1” surgieron debido a los cambios en la política uzbeka. Estas actualizaciones contribuyeron al surgimiento de una nueva práctica en la región de discusión conjunta y desarrollo de una posición común.

Hoy en día, el concepto de identidad regional se escucha cada vez más en los discursos de los políticos y líderes de nuestros países. Considero que esto es un logro histórico. En esencia, se trata de un reflejo simbólico de la idea de Turquestán, promovida por los Jadids en la década de 1920, pero que luego se perdió.

Otro paso importante fue la adhesión de Uzbekistán a la Organización de Estados Túrquicos (OET) en 2019. Este evento cambió la agenda de la organización y elevó su estatus. Por primera vez en un siglo, Uzbekistán declaró oficialmente su pertenencia a la etnia turca. Este hecho también puede considerarse la respuesta a su pregunta sobre la “búsqueda de identidad” del Estado y de la sociedad.

– Es cierto que la mayoría de las medidas que usted mencionó fortalecen el humor de integración. Sin embargo, como ha dicho Usted, existen excepciones al concepto de identidad regional o turca. Por ejemplo, Tayikistán, donde se habla persa, no participa en la OET. ¿Por qué?

– Esta es un problema pregunta verdaderamente relevante. Las razones son conocidas. Por supuesto, la historia y la cultura comunes son una base importante para la integración. Pero los miembros de la organización entienden que en el mundo global moderno las actividades no pueden basarse únicamente en principios étnicos o en un nacionalismo estrecho.

Mire el mapa. El mundo turco y los países de la región se encuentran en la zona central de Eurasia. Nuestros antepasados ​​desempeñaron históricamente el papel de vínculo de conexión entre pueblos y Estados. Por estas tierras pasaba la Gran Ruta de la Seda, conectando Europa Occidental con China, el Norte con el Sur. Sin ninguna duda Tayikistán es parte de este patrimonio.

Aunque el idioma de Tayikistán es el persa, está indisolublemente ligado cultural e históricamente a los pueblos de la región. Además, en términos de patrimonio cultural y espiritual, valores, incluidos motivos religiosos, Tayikistán está más cerca a nosotros que a Irán.

Si hablamos de las bases para ser miembro, vale la pena recordar que Hungría, que participa activamente en las actividades de la OET como observador, habla el idioma del grupo finno-ugrio, no el turco.

Estoy seguro que si se invita a Tayikistán a la Organización, al menos en calidad de observador, esto sólo consolidará la solidaridad regional. Por supuesto, esta es mi opinión personal.

– ¿Acaso el vecino del sur de Uzbekistán, Afganistán, con su ubicación geográfica y sus componentes étnicos y culturales, no tiene derecho a participar en los procesos regionales?

– Por supuesto, según los estándares geopolíticos modernos, Afganistán es parte de la región. Además de su ubicación geográfica, este país alberga una gran población turca. Además, cierta parte de este país (el norte de Afganistán) en la historia se llamó Turquestán del Sur. Desde este punto de vista, además de determinar la política exterior multivectorial de la región, el vecino del sur es extremadamente importante, ya que sus territorios cruzan las rutas que nos llevan a los puertos marítimos globales.

Creo que he hablado de la región con suficiente detalle. Ahora, si se me permite, pasaré a los cambios en la vida social, política y cultural de Uzbekistán. Después de todo, son estos cambios los que revelan la esencia del epíteto “Nuevo” en el nombre del país, que usted ha mencionado varias veces.

Ante todo, cabe señalar que después de 2016 la retórica política de Uzbekistán ha cambiado. Este fue el comienzo de lo que yo llamo la conciencia de la propia identidad, la búsqueda del propio “yo”. Piense: un Estado tiene todos los atributos que confirman su soberanía: una bandera, un escudo, un himno, dinero, un ejército, fronteras. Pero además de esto, siempre hubo una sensación de incompletitud.

Imagine que lo tiene todo, pero no sea suficiente. Esto también pasó con nosotros. Esta atmósfera deprimida recordaba esencialmente la teoría de Said (orientalismo). Sí, Uzbekistán como Estado lo tenía todo menos identidad nacional. Lo que faltaba era su alma, la misma identidad que le habían arrebatado hacía más de un siglo. Sin ella, el país se sentía inseguro y vulnerable.

Ahora entiendo el grito del alma de nuestro gran poeta, Jadid y víctima de las represiones estalinistas, Abdurauf Fitrat: “Oh gran Turan, tierra de leones, ¿qué te pasó?...” Él gritó desesperado a su Patria y a su pueblo, lamentando su corazón perdido. Una nación sin alma propia, sin identidad: ¿sigue siendo independiente o se convierte en un “otro” en el círculo de los dueños? Por eso mencioné a Said y su teoría del “orientalismo” desde el principio.

En mi opinión, Shavkat Mirziyoyev fue profundamente consciente de este problema desde el principio. Al llegar a la presidencia, planteó temas que no se habían discutido durante los 25 años de independencia y, en ocasiones, incluso fueron prohibidos.

Un ejemplo son las citas de las inscripciones de Bilge Kagan, que comenzaron a aparecer en textos políticos. Durante las celebraciones del Día de la Independencia se leyó el poema “Guzal Turkiston” (“Bello Turquestán”), que había sido tabú desde su redacción. El nombre de Fitrat empezó a oírse cada vez con más frecuencia. Cientos de figuras nacionales reprimidas durante la era soviética, incluidos miembros del movimiento nacional que antes se llamaban “Basmachi”, fueron rehabilitados por el Tribunal Supremo.

En Tashkent se celebró una conferencia internacional dedicada al patrimonio científico de los Jadids. El Presidente Shavkat Mirziyoyev habló por primera vez en la historia de Uzbekistán en el podio de la ONU en idioma uzbeko.

En el país se levantaron las prohibiciones religiosas, políticas y de libertad de expresión. Se han abolido las “listas negras”. Se ha puesto fin al uso de trabajo forzoso, incluido el trabajo infantil, en la industria algodonera, que durante muchos años dañó la imagen del país. Se ha cerrado la prisión de Jaslyk en Karakalpakstán, que se ha convertido en un símbolo de la represión política y religiosa.

Estas medidas distinguen al Uzbekistán actual de su pasado. Si prestas la atención de punto de vista académico, estos cambios pueden caracterizarse como el deseo del Estado y la sociedad de una identidad nacional, un alejamiento de la presión colonial y neocolonial.

En mi opinión, durante la época de Shavkat Mirziyoyev se llevó a cabo un trabajo importante para renovar la sociedad y abandonar los sistemas soviéticos. Permítame darle otro ejemplo que tiene un importante significado sociopolítico.

En la época soviética, como en todas las capitales de las repúblicas unidas, en Tashkent había una plaza central: la “Plaza de Lenin”. En este lugar se alzaba un monumento al “líder del proletariado mundial”. Después de la Independencia, la figura de bronce de Lenin fue eliminada, pero la plaza permaneció casi igual. En lugar del pedestal apareció un globo terráqueo, en cuyo centro estaba escrita la palabra “Uzbekistán” en una fuente apenas visible. Se cambió el nombre de la plaza, eliminando el nombre de Lenin y añadiendo la palabra “independencia”. Así apareció la “Plaza de la Independencia”.

El significado de la Independencia, como se puede comprender, se redujo sólo a este cambio simbólico.

En las nuevas condiciones, este asunto se abordó de manera más profunda y seria. Sin negar la importancia de esta plaza, crearon el parque “Nuevo Uzbekistán” en la parte oriental de la capital.

Algunos preguntaron: “¿Para qué otro complejo si ya tenemos la Plaza de la Independencia?” Este malentendido se debe a una falta de comprensión de la esencia misma de la idea.

Como ya mencioné, la Plaza de la Independencia apareció en el sitio de la antigua “Plaza de Lenin”. Su apariencia arquitectónica y diseño artístico permanecieron sin especificidades nacionales claramente definidas. Este espacio, en términos de contenido, era sumamente limitado. En el centro de la plaza había un globo terráqueo con la inscripción “Uzbekistán”, que simboliza el surgimiento de un nuevo Estado. Sin embargo, me parece que este símbolo expresaba no tanto independencia como modestia e incluso cautela en su manifestación.

Pero la identidad nacional de nuestro pueblo, que tiene una historia milenaria, no se limita al período de dependencia. Tenemos un pasado glorioso, grandes héroes y logros científicos y culturales destacados que son admirados por los pueblos del mundo.

El presidente Shavkat Mirziyoyev, al concebir el proyecto del parque, partió precisamente de estos motivos. Hoy en día, el parque Nuevo Uzbekistán con un grandioso monumento es un lugar al que acuden huéspedes y turistas de todo el mundo, políticos y líderes gubernamentales. Sus exposiciones abarcan no sólo la historia de nuestro país, sino también el patrimonio común de toda la región.

Definir la identidad regional y comprender cómo las personas que viven en esa región se perciben a sí mismas y a su lugar en el mundo tiene un papel muy importante. Desde este punto de vista, el acercamiento que se está produciendo hoy no sólo en el ámbito económico-político, sino también en el cultural y humanitario es de suma importancia para la comprensión mutua de los pueblos que han convivido durante siglos.

Especialmente proyectos como el “Parque Nuevo Uzbekistán”, por su contenido e importancia, pueden convertirse en un punto de unificación de la historia de los pueblos de la región. Hoy en día se necesitan con urgencia ideas de este tipo a gran escala.

Creo que ninguna de sus preguntas quedó sin respuesta.

– ¡Gracias! Tengo una pregunta más. Todo el mundo ve que hoy en día la situación geopolítica en Asia Central está cambiando. Esto también significa el surgimiento de nuevos actores en la región. Naturalmente, tal situación puede crear ciertos inconvenientes para las políticas internas y exteriores de los dos Estados poderosos: Uzbekistán y Kazajstán. Por ejemplo, una fuerza puede ejercer presión en pos de intereses económicos, mientras que otra puede intentar mantener a estos países en el estatus de objeto geopolítico desde un punto de vista ideológico o político. Si se ejerce tanta presión sobre Uzbekistán, ¿qué posición puede adoptar el actual gobierno del presidente Mirziyoyev?

– Una pregunta muy interesante. Parece que el Presidente se anticipó a tales preguntas, ya que en sus discursos dio repetidamente una respuesta clara y concisa al respecto. Por ejemplo, el 22 de diciembre de 2023, en una reunión del Consejo Republicano para la Espiritualidad y la Educación, Shavkat Mirziyoyev dijo: “Todos somos testigos de cómo los poderosos centros del mundo, que antes defendían sus objetivos e intereses principalmente a través de la diplomacia y la política, ahora han defendido abiertamente un camino de presión, confrontación y enfrentamientos. Desgraciadamente, la influencia de procesos tan grandes y extremadamente contradictorios no pasa por alto la región de Asia Central y nuestro país, que es parte integral de ella”.

Ese mismo año, durante una reunión en la región de Surjandaryá, el Presidente dio una respuesta que se relaciona directamente con su pregunta. Así lo afirmó el Jefe de Estado: “Ahora es un momento muy difícil. Los grandes países ahora dicen: “Uzbekistán, ¿en qué parte estás? Deja de ser neutral, vete para esta parte o para aquella parte”. Hablan de esto con bastante insistencia... Ellos mismos lo dicen, y sus representantes también lo piden, declarando: “Necesitamos a Uzbekistán en Asia Central. La población que ha alcanzado los 36 millones de personas será de 40 millones en tres o cuatro años”. Preguntan: “¿En qué parte estás?” ¿Cómo deberías responder a una pregunta tan difícil? Sólo hay una respuesta: estoy solamente en una parte, estoy dispuesto a morir por mi nación, por mi pueblo, por los intereses del gran futuro de Uzbekistán”.

¿Es posible dar una respuesta más clara y precisa a su pregunta?

– Gracias. Me gustaría decir honestamente que disfruté nuestra conversación. Aprendí mucho sobre el país que me interesa, sobre su pasado y presente. Me gustaron especialmente sus pensamientos sobre el “alma perdida”. De hecho, nunca antes había pensado que la pérdida del alma es una manifestación directa de dependencia y esclavitud espiritual. Por lo que escuché, llegué a la conclusión de que hoy Uzbekistán está ganando su identidad, su “yo” o, como usted dice, su “alma”. Creo que entendí sus pensamientos correctamente.

– ¡Sí, tiene toda la razón! ¡Muchas gracias de nuevo!